A medida que los entornos urbanos evolucionan hacia ecosistemas interconectados, la integración de la IA en el borde dentro de las infraestructuras urbanas se ha convertido en una tendencia definitoria. Este modelo descentralizado ofrece un potencial transformador al procesar datos localmente, reducir la latencia y mejorar la toma de decisiones en diversos servicios públicos. Para junio de 2025, grandes ciudades de todo el mundo están explorando o implementando activamente sistemas de IA en el borde para gestionar de forma más eficaz el tráfico, la energía, la seguridad y la planificación urbana.
La IA en el borde, al trasladar el procesamiento de datos más cerca de la fuente —ya sean cámaras, sensores o dispositivos móviles— reduce drásticamente el tiempo necesario para analizar datos. Esta velocidad es crucial en entornos donde el tiempo es esencial, como el control del tráfico o las respuestas de emergencia. Ciudades como Seúl, Ámsterdam y Dubái ya han implementado IA en el borde para mejorar el análisis en tiempo real en los sistemas de transporte, lo que ha resultado en un tráfico más fluido y menos accidentes.
Otro beneficio clave es la protección de la privacidad. Como los datos no siempre necesitan enviarse a servidores centrales o a la nube, la información sensible, como el reconocimiento facial o los datos sanitarios, puede procesarse in situ. Esta capacidad de cumplimiento con normativas como el RGPD es cada vez más crucial a medida que se amplían los servicios inteligentes y la vigilancia urbana.
Además, la IA en el borde reduce la congestión de red y la dependencia de la nube. Al disminuir el volumen de datos que se transmiten, alivia la presión sobre el ancho de banda de la ciudad y garantiza la continuidad incluso durante interrupciones de red. Esta resiliencia ha demostrado ser vital durante situaciones críticas, como desastres naturales o eventos públicos masivos.
En Barcelona, la IA en el borde se utiliza en sistemas de gestión de residuos que detectan el nivel de llenado de los contenedores y optimizan las rutas de recogida en tiempo real. Esto ha llevado a una reducción de costes y un mejor rendimiento ambiental. En Singapur, las farolas inteligentes equipadas con IA en el borde analizan el tráfico peatonal y las condiciones ambientales, permitiendo un control dinámico del alumbrado y el monitoreo de la calidad del aire sin necesidad constante de conexión a la nube.
Londres también ha comenzado a probar la IA en el borde en actividades policiales, utilizándola para monitorear espacios públicos y detectar anomalías como objetos abandonados o comportamientos agresivos. Estos sistemas ayudan a las autoridades a responder más rápido, reduciendo la necesidad de operadores humanos monitoreando docenas de cámaras en directo.
Estas implementaciones demuestran que la IA en el borde no es una posibilidad futura, sino una herramienta actual que está transformando cómo funcionan las ciudades y cómo enfrentan desafíos complejos, desde la congestión hasta el cambio climático.
A pesar de sus beneficios, la IA en el borde requiere una infraestructura robusta para funcionar de forma fiable a gran escala. Esto incluye el despliegue generalizado de dispositivos inteligentes en el borde y el mantenimiento de nodos de computación distribuidos. La continuidad del suministro eléctrico, la resiliencia del hardware y las actualizaciones de firmware seguras son cuestiones técnicas que las ciudades deben abordar para garantizar la seguridad y durabilidad de los sistemas.
La IA en el borde también requiere una mano de obra cualificada capaz de mantener y actualizar estos sistemas localizados. A diferencia de los modelos basados en la nube, los dispositivos en el borde necesitan supervisión física regular e integración con los sistemas TI municipales existentes. La diferencia entre la capacidad tecnológica y las limitaciones presupuestarias municipales a menudo ralentiza la adopción en ciudades más pequeñas.
Otro desafío es la estandarización de datos. Los datos urbanos recogidos desde miles de fuentes deben normalizarse y hacerse interoperables. Iniciativas como FIWARE en Europa o el marco Smart City de NIST en EE. UU. trabajan en la creación de estándares unificados que garanticen la comunicación efectiva entre dispositivos de diferentes proveedores.
El procesamiento local de datos plantea desafíos únicos en ciberseguridad. Los dispositivos en el borde son más vulnerables a manipulaciones físicas debido a su ubicación en espacios públicos. Asegurar la comunicación cifrada, la integridad del firmware y una respuesta rápida ante vulnerabilidades es fundamental para cualquier ciudad que adopte IA en el borde.
Los temas éticos, como los sesgos algorítmicos o la falta de transparencia en decisiones automatizadas, siguen siendo motivo de preocupación. Las herramientas inteligentes para vigilancia deben estar sujetas a supervisión pública para evitar abusos. Ciudades como San Francisco y Berlín han introducido marcos éticos y protocolos de auditoría de IA para afrontar estos riesgos.
La transparencia sobre cómo se utilizan, almacenan y procesan los datos debe ser claramente comunicada a la ciudadanía. Las ciudades que involucran a los ciudadanos en las fases de toma de decisiones y pruebas tienden a ver una mayor aceptación y una integración más eficaz de los sistemas de IA en el borde.
Para mediados de 2025, las inversiones globales en tecnologías de IA en el borde para ciudades inteligentes superan los 25 mil millones de dólares, según un informe de McKinsey. Los centros urbanos en Asia y Oriente Medio lideran esta adopción, impulsados por el crecimiento poblacional, la alta densidad y políticas públicas favorables.
En Tokio, la IA en el borde se combina con infraestructuras en prueba para redes 6G, habilitando robots autónomos de entrega y análisis en tiempo real de multitudes durante eventos masivos. Asimismo, Riad ha lanzado una iniciativa de gobernanza inteligente que incorpora IA descentralizada en la educación y la toma de decisiones municipales.
Europa se centra en la sostenibilidad, utilizando IA en el borde para optimizar sistemas de calefacción distrital, monitorear la calidad del aire y reducir el desperdicio energético en centros históricos urbanos. Esta inteligencia localizada permite a las ciudades equilibrar sus compromisos medioambientales con una prestación eficiente de servicios públicos.
Los municipios deben comenzar con proyectos piloto a pequeña escala que respondan a sus desafíos urbanos más urgentes. Ya sea para mejorar la seguridad vial o reducir el consumo energético, los despliegues dirigidos permiten una inversión manejable y una evaluación clara del retorno.
Las asociaciones con empresas tecnológicas, instituciones académicas y la ciudadanía son fundamentales. Estas colaboraciones ayudan a las ciudades a acceder al conocimiento técnico necesario para desplegar, mantener y gobernar los sistemas de IA en el borde con responsabilidad. Las plataformas de datos abiertos y las subvenciones de innovación pueden acelerar aún más el progreso.
Finalmente, los marcos regulatorios deben evolucionar para reflejar esta nueva realidad descentralizada. Las leyes de protección de datos, las estrategias de contratación pública y los mecanismos de rendición de cuentas deben actualizarse para apoyar un desarrollo seguro y equitativo de la IA en el borde en el entorno urbano.